De la cera al metal

Entrevista a Antonio Pujia, por Leda Daverio

Aunque no se considera joyero y durante la charla aclara varias veces que no sabe trabajar el metal directo, las joyas de Antonio Pujia fueron, durante la década del 70, emblema de lo que hoy denominamos joyería de autor. Entrevistamos a uno de los artistas plásticos argentinos que más se dedicó a la joyería, llevando su obra escultórica a pequeña escala mediante la técnica de modelado en cera.

 
Anillo Desnudo reclinado
Anillo desnudo reclinado – 1971 – Plata

Antonio Pujia me recibe un sábado, día que el maestro reserva para las visitas. Con su guía, vamos recorriendo los ambientes del taller, una gran casa antigua tipo chorizo. Esculturas de distintos tamaños y materiales se esparcen por todos lados. Un salón inmenso, ubicado en el centro de la casa, es el lugar donde Antonio parece sentirse más a gusto. En el centro, caballetes de escultura atesoran pequeñas piezas de cera. Nos sentamos a un costado, frente a una mesita que propone cercanía y contrasta con la imponencia de todo lo demás.

“El tano” nació en Italia en 1929, y a los ocho años emigró hacia Argentina. Aquí fue discípulo entre otros de Fioravanti, Bigatti e Yrurtia, además trabajó como docente en las escuelas de arte Belgrano y Prilidiano Pueyrredón y fue jefe del taller de escultura escenográfica del teatro Colón. Con numerosos premios nacionales ganados y siendo tan importante y prolífico su recorrido como escultor, intimida un poco comenzar hablando de joyería. Sin embargo, Pujia accede dócilmente a charlar sobre la disciplina que, cuenta, le permitió difundir su nombre y su obra.

¿Cuál fue su primer contacto con la joyería?

– En mi etapa de formación, cuando estaba estudiando en la escuela de Bellas Artes, en 1946 o 47 trabajé durante un año como dibujante en una joyería. Allí se proyectaban distintos tipos de joyas, algunas a pedido de clientes, otras que se hacían a partir de muestras de los dibujantes; luego en el taller se realizaba microfusión y también elaboración directa de los metales. A mí me gustaba más ir a espiar al taller que estar en el tablero de dibujo.

¿Le daban libertad de diseño?

– No, ninguna. Había un encargado del taller de dibujo que controlaba mucho lo que se hacía, los proyectos eran de él, yo actuaba como ayudante.

Había que estar muy prolijo, bien peinado, con uñas limpias y corbata, cosa que a mí no me interesaba: siempre me peinaba con las manos y entonces el jefe de allí me fustigaba bastante. Pedí pasar al taller, pero me lo negaron porque ellos no tenían aprendices, sólo gente que sabía trabajar y realizaba las joyas.

Más tarde, a finales de los 50, una periodista muy vinculada con el ambiente artístico llamada Margot Kumek quiso hacer una muestra de diseños de joyería de artistas plásticos. Esa muestra nunca llegó a realizarse, pero ella había citado a 4 o 5 maestros y otros tantos jóvenes emergentes.

¿Recuerda algún nombre?

– Horacio Butler, Alfredo Bigatti, creo que estaba Raquel Forner. Lo que pedía ella era el diseño, para que en el taller de joyería y microfusión de su marido se hiciera la realización. Yo ya tenía conocimiento de la cera pero lo dedicaba a la escultura, hacía varios años que trabajaba cera directa o por moldería, entonces le dije que yo podía modelar directamente el motivo, para después fundirlo en oro o en plata. Considero que ese fue mi primer trabajo de joyería, una escultura de pequeño formato. Era un colgante alargado, una pareja en actitud de beso, las dos figuras casi fusionadas, que fue fundida en oro para esa eventualidad.

Años después, la inauguración de nuevas salas en “Art Gallery” (lugar de venta de sus obras entre 1965 y 1970) coincidió con el cumpleaños de su esposa.

“Yo le pregunté qué quería de regalo y ella me dijo una joya. Fui a recorrer joyerías, nada me gustaba, nada me parecía que podía gustarle a ella, y me puse a hacerla yo. Le hice un pectoral con varias figuras articuladas que se movían perfectamente y se tomaban atrás con un ganchito,  y en la inauguración de la galería, sobre todo las mujeres, no hacían más que preguntarme por la joya. Como consecuencia de eso tuve una gran cantidad de propuestas, de encargos para hacer anillos, etc. Así me inicié en la joyería artística.”<

Cabeza romana 1972 Colgante de plata

Cabeza romana
1972
Colgante de plata

Durante dos o tres años Pujia hizo solo piezas únicas, hasta que su amigo, el periodista Hugo Guerrero Marthineitz , lo empujó a hacer tirajes cortos de algunas piezas.<

“En una noche de cena en el taller yo tenía ya muchas piezas y a él le encantaba mirarlas, había hecho una pulsera y él se la ponía y caminaba muy jocoso, de repente me dice:
– Oye tano, ¿por qué no multiplicas tus trabajos?

– Y -le dije-tal vez perderían un poco de esencia.

– ¡Cómo! -exclamó- ¿vos crees que un escritor hace un solo libro? Los multiplica porque hay muchas voluntades que  pueden unirse al libro teniéndolo.

Él, en su Lima natal, veía a los joyeros en la calle trabajar y hacer series con la fronda, un sistema de fundición antiquísima.

Me hizo pensar, me pareció muy buena la idea y empecé a hacer múltiplos también, y debo decir que parte importante de la difusión de mi nombre y de mi obra se lo debo a estos múltiplos, porque tengo anécdotas impresionantes de varios lugares del planeta en dónde argentinas, que portaban sus anillotes, eran interrogadas por gente de Italia, Rusia o Japón. Esto me trajo además de una respuesta económica interesante, una difusión bastante grande, con lo cual empecé a hacer los bocetos de mi obra en cera directa y a fundirlos en plata como microescultura. No tenían funcionalidad de joyería, eran para regalos empresariales o para coleccionistas que durante años me compraban las últimas que hacia.”

Con respecto a las joyas ¿los temas eran tomados de sus esculturas o surgían de otra manera?

– Tengo una gran practicidad, porque a la cera la conozco de mi tierna juventud, he trabajado en fundición estatuaria y  llevar algo a pequeño formato es una condición distinta a modelar en gran tamaño, debido sobre todo a la distancia y el punto de vista. Me fui adecuando a eso y a veces esculturas de más tamaño nacían del propósito de una joya, me despertaba con la idea de hacer un desnudito así asá, o una figura dentro de una flor.

Se iban retroalimentando,

– Sí, una cosa tenía que ver con otra

 ¿Lo condicionaba mucho, por ejemplo, que para hacer un anillo tenga que haber una forma básica para que entre en el dedo?

– No, porque hacía la abertura del cuerpo en plata, la plata es muy elástica de manera que se podían abrir muy fácilmente, con el probador los adaptaba en  el acto

Pareja en la playa   1972   Anillo de plata

Pareja en la playa
1972
Anillo de plata

¿Trabaja muchas horas por día?

– Todo el día, dejé los otros empleos hace muchos años y me dedico solo a esto. Desde el año 70, después de la experiencia con Art Gallery que me trajo una situación económica muy importante para mi criterio, me dedico solamente a mi taller

Y también a dar clases

– Las clases que doy son seminarios de modelado en cera que hace 4 años no puedo dar porque me falta tiempo. Yo hice una buena metodología, es como un oficio en si mismo, preparo los modelos para la fundición de metales. Se pueden combinar una diversidad enorme de calidades de cera con este procedimiento, compongo todo tipo de cera que me sirva para determinada función.

También enseño la problemática de la microfusión o de la fundición por colada, sus códigos en relación a los espesores, cómo deben calibrarse, cómo deben juntarse una cosa con otra, por ahí hacés algo muy lindo y la vas a fundir y no sale porque no circula bien el metal.

Hace un mes que estoy trabajando exclusivamente en cera,  y no me alcanza el tiempo, vengo a la mañana y sigo con lo que dejé anoche

¡Qué lindo poder dedicar todo el tiempo a crear!

– Y, hay que aprender a ganarse la vida con modestia y también con decencia

¿Tiene un lugar preferido del taller?

Este es el mejor lugar, tiene la mejor iluminación estudiada de Leonardo Da Vinci, luz cenital, que viene del rebote de la bóveda celeste y baja a 45 grados al centro del taller. Antes la cera la hacía allá arriba, que es mucho más chico, donde también hay una biblioteca, pero me gusta más acá.

Entrevista: Leda Daverio
Fotografía: Foto «manos», Leda Daverio. Otras fotos: gentileza Antonio Pujia
Asesoramiento periodístico: Omar Ardiles

 

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